CUANDO LA VAGANCIA SE HACE CHASCARRILLO O CÓMO DIGNIFICAR EL PERIODISMO 3.0

Hace ya bastante tiempo que estoy leyendo y escuchando a algunos periodistas, ya peinantes de canas o lucidores alopécicos, que se jactan de su condición de desconocedores extremos de todo lo que nos envuelve y se nos ofrece alrededor del mundo digital, las redes sociales, Internet, las herramientas informáticas, los nuevos medios de comunicación digital, las desafiantes tecnologías, la libertad de expresión o la propiedad intelectual. Y cuanto más veces lo veo y lo escucho, más veces me disgusto. Porque lo hacen con sorna, con burlona ironía, buscando una coartada simpática que les permita seguir estancados en sus decimonónicos estilos de trabajo periodístico. Pero a mí no me engañan.

Así, de paso y con sus columnas sarcásticas plenas de autoinculpabilidad, ni se preparan más y mejor, ni actualizan sus conocimientos, ni se obligan a un permanente reciclaje. Eso es mucho más cómodo.

No me imagino a los médicos sin sus periódicos congresos en los que exponer sus nuevos avances en el ámbito de la salud de las personas o en el de la incorporación de modernos equipos de diagnosis. No se entendería que los pilotos de líneas aéreas no estuvieran sujetos a continuos ciclos de actualización de los nuevos elementos técnicos que incorpora la aviación civil. No comprendería que arquitectos y constructoras no aprovecharan los programas digitales de cálculo de estructuras o de diseño y dibujo técnico o artístico. Y así con una y otra profesión.

No hay actividad laboral humana en la que el progreso no obligue a sus profesionales a una rigurosa cualificación y actualización de conocimientos. ¡Si pretenden progresar, claro! Por eso, flaco favor hacen al Periodismo del siglo XXI aquellos que cuentan como una gracia y un chiste que apenas sí saben encender un ordenador, o que abrieron una cuenta en Twitter hace años y no han vuelto a activarla, o que Facebook no termina de motivarles a responder las demandas de sus seguidores (y no comentan acerca de otras plataformas porque, aunque han oído hablar de ellas, no saben ni cómo se escriben sus nombres ni tampoco se molestan en buscarlos).

Así, con esa actitud vaga, cómoda y egoísta, alguno de estos periodistas de toda la vida (por supuesto, los menos) no dignifican la profesión, no ennoblecen el Periodismo. Estos suelen ser los que se quejan del Periodismo Ciudadano 3.0, del nuevo periodismo participativo de la sociedad, de la crisis de credibilidad de la prensa tradicional, de cómo se ha introducido negativamente en la opinión pública la figura del Blogger y de esa injusta revolución que ha permitido alcanzar el ciberespacio a personas que sin ser periodistas, sin pasar por la facultad y sin conocer los mecanismos estilísticos y técnicos de la profesión, parecen que respetan, miman, y tratan con mucho más esmero que ellos, nuestra vocación de servicio público más íntima, la de informar. Pues... ¡pónganse a estudiar, coño!


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