SANTA CRUZ, requeteVIVA

TRAS UNOS AÑOS, QUIZÁ DÉCADAS, EN LOS QUE UN OSTRACISMO INJUSTIFICADO INVADÍA LA CAPITAL TINERFEÑA PROVOCANDO COMPRENSIBLES COMENTARIOS NEGATIVOS ACERCA DE SU CASI NULA ACTIVIDAD EN LOS ÁMBITOS COMERCIALES, DE OCIO Y DE OFERTA HOSTELERA, EL SIGLO XXI HA ENTRADO FORZANDO UN GIRO DE 180º QUE, A PROPIOS Y FORÁNEOS, ENCANDILA.

Exceptuando las fechas del Carnaval Chicharrero y alguna efeméride local destacada, los que hemos residido de manera permanente en la bella Santa Cruz de Tenerife durante los años ochenta y noventa, o sea, las dos últimas décadas del siglo pasado, recordamos (yo, sin nostalgia) aquellas veladas mudas y oscuras de lunes a domingo, sin gentes por las calles, sin voces celebrantes, sin restaurantes ni bares, sin discotecas ni pubs, una ciudad de escasa vida. Una época en la que, incluso, encontrar un lugar para desayunar fuera de casa un domingo o un festivo, se convertía en un serio problema.

Era obligado buscar el ocio en la vecina ciudad de La Laguna o, para los más afortunados con coche propio, desplazarse hasta el Puerto de la Cruz o Playa de Las Américas, con el consiguiente riesgo de la conducción nocturna, el cansancio acumulado y, con más frecuencia de la recomendada, con alguna copa de más.

Pero esto ha cambiado. Lo comentado anteriormente ya es pasado, lejana historia. El joven siglo ha traído nuevas costumbres y grandes cambios a la capital. La responsabilidad activa de ese cambio es obra de varios parámetros sociales, es el resultado del empuje global -en un mismo sentido y con un solo propósito- de administraciones públicas, formaciones políticas, gestores electos, funcionarios y técnicos, empresarios y trabajadores, vecinos y visitantes.

Santa Cruz no es que ahora esté viva, la realidad es que –por fin- está “requeteviva”. Y lo refrenda en todos los aspectos positivos que marcan las principales coordenadas de una urbe moderna, avanzada, pujante, atractiva, divertida, activa, dinámica, turística, comercial y emprendedora, es decir, una gran capital. Hoy, ya se puede desayunar, comer o cenar en numerosos y variados locales de hostelería abiertos siete días a la semana, con opciones sugerentes de cocina adaptadas a todos los bolsillos y ocasiones.

Cualquier noche, ya se puede salir de copas, pasear o degustar exquisitos platos en multitud de locales y terrazas al aire libre, todo el año. Pasear por el centro comercial de la ciudad, sobre todo si es en uno de esos numerosos días en los que llegan hasta cuatro y cinco cruceros cargados de turistas, te traslada a las principales calles peatonales y zonas comerciales de Madrid, Barcelona o cualquier ciudad importante y turística del mundo.

A esta situación no se puede llegar si no es con una unión sin fisuras de toda la sociedad, sin ambages, sin perezas, sin complejos, sin soberbias ni envidias, con ilusión y constancia. Así que, como es normal, el alcalde tiene que estar muy contento y satisfecho de cómo evoluciona “su” ciudad; los comerciantes se encuentran pletóricos al comprobar que sus ventas aumentan año tras año; los importadores y empresarios más que felices por incrementar su facturación; los que nos visitan, maravillados al encontrar tiendas, cafeterías, bares y negocios abiertos en festivo; y los vecinos, los que vivimos aquí, disfrutando alegres por ver un cambio tan positivo que contagia el espíritu, anima el corazón y colorea cada bello rincón de nuestras calles y plazas, de nuestros parques y avenidas, de nuestras costas y montañas.

¡Esto no ha hecho más que empezar!

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