AMOR, ELEGANCIA Y SENCILLEZ MUSICAL: SERGIO NÚÑEZ

EL BOLERO VIVE


         Gracias, un millón de gracias. Gracias infinitas a los que son capaces de abrir el paraguas de la cultura para frenar de golpe, aunque sea por un par de horas, la tromba de agua sucia y podrida que está cayendo infectada de crisis, recortes, “contabilidades B” y de anulación de esperanza laboral provocada por el titular periodístico de turno.

           Anoche, martes 23 de julio de 2013, en el bello Teatro Leal de La Laguna –ejemplo de ciudad con ideas, creatividad y decisión- tuvo lugar un acontecimiento de limpio talento musical de primer orden: la puesta en escena de boleros, baladas y “Grandes Canciones” del cantante y compositor almeriense Sergio Núñez que, amante incondicional de las Islas Canarias, las define como un auténtico “paraíso musical”. Durante casi dos horas, cinco grandes músicos y un excepcional solista, transportaron a otra dimensión a un público ávido de complicidad artística, necesitado de sentimientos acompasados.

          Receptivo, en mi butaca, volví a llorar. Volvimos a sentir. Qué bueno. Lloré varias veces emocionado al recibir la voz sincera de Sergio, al contemplar el trabajo bien hecho, al sentir el generoso fruto del esfuerzo de un grupo de profesionales entregados a su más pura vocación, la música. La percusión, el piano, la trompeta, el bajo, la guitarra y la elegante caricia sonora de la voz de Sergio Núñez empaparon de amor todo el teatro.

          No quiero escuchar jamás que alguno de estos maestros, proveedores de felicidad, haya tenido que abandonar el grupo para dedicarse a otra cosa que nada tenga que ver con su pasión más profunda, pero que le permite subsistir económicamente. Todo lo contrario, deseo ver cómo año tras año van cubriendo de amor y amistad cada teatro de las islas, cada escenario sediento de voz y llanto.

          Armando Manzanero afirmaba hace algunos años que “el bolero nunca desaparecerá”. Sergio Núñez, con su elegancia y sensibilidad, con su amable cercanía y su dulce humildad, permitirá que la máxima de Manzanero se cumpla, siempre.

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