NINGUNA DEUDA ECONÓMICA, NI UNA SOLA, MERECE SALDARSE CON LA PROPIA VIDA

Cifras espeluznantes, del ascenso progresivo de suicidios en España, nos llegan estos días desde los medios de comunicación. Fríos y yertos guarismos que simbolizan la desesperación extrema a la que la puta crisis, en ocasiones, es capaz de llevarnos. Esa crisis de la que Doña Amparo, dependienta de Mercadona, o Don Fermín, conductor de tranvía, o usted, funcionario público, o yo, periodista, no tenemos ni una mijita de responsabilidad. Ni tan siquiera por haber votado a quienes nos dirigen, que en su día nos ilusionaron con promesas y que, más tarde, no cumplieron.

Y en la cima de los jodevidas acreedores, aparece la pálida banca (con minúscula). Desahucios forzosos, ahorros de toda una vida perdidos, embargos sobre patrimonios heredados, cierre de empresas arruinadas por el cese de financiación, cerrojazo a los créditos domésticos y, los bancos, mientras tanto, tan generosos y desprendidos ellos, almacenando fortunas incalculables.

"LA BANCA ESPAÑOLA VUELVE A TENER BENEFICIOS
TRAS GANAR 7.274 MILLONES DE EUROS EN 2013"

Este titular aparecía hace algunas semanas en la prensa nacional. A priori, la cifra puede no decirnos gran cosa porque la mayoría de los españoles no estamos habituados a manejar, en nuestras modestas actividades comerciales autónomas, estos obscenos volúmenes de beneficio económico. Ni tampoco estamos sujetos al tratamiento fiscal de una SICAV (Sociedad de Inversión de Capital Variable), o sea, dicho sin eufemismos financieros ni acrónimos bursátiles, al verdadero chollo que los ricos tienen acogiéndose a determinados privilegios económicos.

Hagamos una rápida y elemental disección. Quitamos los sábados y domingos a un año, restan 260 días. Ya tenemos una primera cifra media; cada día hábil, la gran banca española obtiene 28 millones de euros diarios de beneficio neto, es decir, hoy 28, mañana 28, ayer 28 y, pasado mañana, también 28 millones de euros más. Según el último informe del Registro de Entidades Financieras del Banco de España, son 72 las compañías dadas de alta dedicadas al noble, leal e ilustre ejercicio de forrarse sin medida ni razón. Casi 400.000 euros de ganancia por entidad y día, 400.000 euros para cada una de ellas, todos los días, uno detrás de otro. A grandes paladas, a camiones llenos de billetes, a cajas fuertes reventadas de dinero.

“LA AYUDA A LA BANCA ES UN 77% MAYOR DE LO QUE ANUNCIÓ EL BANCO DE ESPAÑA. EL TRIBUNAL DE CUENTAS CIFRA EN 108.000 MILLONES DE EUROS EL DINERO PÚBLICO ENTREGADO A LA BANCA ENTRE 2009 Y 2012"

¡No, amigos, no! El importe que adeudamos a estos listillos no podemos saldarlo, además de con todo lo material que ya nos han quitado, sumándole nuestra propia vida. ¡No, señores, no! Ni uno solo de los banqueros vale la uña de uno de nuestros dedos. Ni uno solo de ellos nos conoce, ni sabe quiénes somos, ni se hace cargo de nuestras inquietudes y problemas, ni se solidariza, ni se alegra de nuestros triunfos, ni sufre con nuestras penas, ni pierde el sueño por la noche. Somos para ellos nada más que meras cifras vacías, números a batir, pingües resultados.

¡Que se vayan a hacer puñetas!, sí, con sus embargos, con cada desahucio ejecutado; que se metan el dinero por donde les quepa y que luego se limpien con una copia a papel de la desagradable carta de reclamación que nos envían desde uno de sus amenazantes y lujosos gabinetes de abogados, dedicados a la caza del moroso, ubicados en el Paseo de la Castellana de Madrid o en la Avenida Diagonal de Barcelona.

Ni una sola muerte más a consecuencia de un puñado de ladrillos tóxicos, ni por una hipoteca podrida y engañosa, ni por aquella estafa del falso fondo de inversión, ni por un mísero descubierto en la cuenta corriente o el impagado de un préstamo usurero. Nuestras vidas no tienen precio. 

Ni juntándose todos los bancos alcanzarían el inmenso valor, el incomparable placer y la enorme felicidad, que alberga un solo momento de nuestras vidas en compañía de los amigos, de los seres queridos y de la familia. No utilicemos la vida, de la que somos dueños, nuestro bien más cotizado e inembargable, como falsa y sucia moneda de cambio para cuadrar contablemente los vergonzosos balances de algunos de esos obsesos amasantes de dinero, sin escrúpulos, sin principios, sin moral y, sobre todo, sin memoria.

¡Que les den!


¡OJO! BANQUEROS FURTIVOS ACECHANDO

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