RESBALAR Y TROPEZAR, SÍ. CAER, NO

Marcamos y mantenemos un rumbo
Con frecuencia decimos que “todo tiene un límite”. Y, en el 99% de los casos es así. Pero el 1% excepcional que resta, si no queremos que nos juegue una mala pasada con nuestras ilusiones, tenemos que llenarlo de ilimitada confianza. 

La historia ofrece ejemplos en los que, si se hubiera tirado la toalla cuando las circunstancias así lo indicaban, los logros alcanzados por sus protagonistas no se hubieran producido. 

Paciencia y constancia. Creer que sí podemos
Cada uno de nosotros nos hemos enfrentado, o estamos todavía dentro de ellos, a procesos vitales personales difíciles y agotadores. El problema es que, si paramos a destiempo, seguro que truncamos la posibilidad –aquel uno por ciento- de alcanzar el reto marcado y, quizá, provoquemos una ruptura, precisamente, cuando ya estamos muy cerca de conseguir el objetivo. Nada es alcanzable sin arresto. Lo sabemos sobradamente. Y también sabemos que cuanto más grande es el objetivo, más intenso será el esfuerzo que debamos realizar hasta llegar a aquel. 

Confiar en nosotros mismos
El científico norteamericano Thomas A. Edison, necesitó desarrollar más de 300 teorías diferentes y realizar mil pruebas, hasta conseguir una lámpara incandescente eficaz. Con esta inteligente afirmación: "No fueron mil intentos fallidos, fue un invento de mil pasos", Edison pudo finalmente dar a conocer al mundo su invento en 1880. Abraham Lincoln, otro ejemplo de perseverancia. Fue derrotado consecutivamente durante nueve elecciones como candidato al Senado y al Congreso norteamericano, hasta que en la décima, cuando ya cumplía los 51 años de edad, fue elegido presidente de los EE.UU. de América (1860). Edison, antes de tiempo, pudo haberse rendido, pero no hubiera conseguido su gran invento. Lincoln, tuvo ocasiones suficientes para creer que jamás alcanzaría su objetivo político y, si llega a sentirse derrotado antes de tiempo, jamás hubiera sido presidente de los EE.UU. 

A lo largo del camino está claro que vamos a resbalar, a tropezar, incluso a lesionarnos. Pero ello no debe implicar el abandono, tan solo será motivo para ralentizar nuestro viaje, quizá vayamos más lentos y pesados, pero avanzando con firmeza y confianza sin perder el rumbo trazado. Todos, en nuestras vidas, tenemos ejemplos de familiares y de amigos luchadores que, hasta el momento, no han alcanzado su punto de destino marcado o no han salido de las dificultades. ¡Démosles ánimo! 

¡Démosles ánimo! ¡Démonos ánimo!
Nosotros mismos, puede que estemos inmersos en una larga crisis económica que, con frecuencia, nos tienta a tirar la toalla y a abandonar la lucha, a perder la esperanza de que somos capaces de llegar a conseguir el cambio deseado. ¡Démonos ánimo! Pero no cejemos todavía, aún no. Aguantemos hasta dominar a esa feroz bestia con la que estamos peleando cada día y que quiere que nos rindamos. No lo permitamos porque, estoy seguro, ya estamos a punto de inventar una nueva lámpara incandescente, y de proclamarnos nuevos presidentes.

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