Da lo mismo si el origen del carnaval fue hace cinco milenios en la
baja Mesopotamia, o arrancó en la Roma de las fiestas Saturnales. Qué más da si se motivó por los amantes de la vida
licenciosa, del anonimato pecaminoso o es consecuencia de la mezcla fortuita de distintas culturas y
tradiciones en búsqueda de una coartada válida para festejar cualquier cosa. O
quizá se iniciara con bailes de mujeres y hombres con las caras pintadas,
alrededor de una hoguera, ahuyentando a los malos espíritus y suplicando a los
dioses que la cosecha fuera buena. Es que me da igual porque cada año lo veo nuevo, diferente al anterior.
Teatro Guimerá (Santa Cruz de Tenerife) |
La pasada noche del viernes 20 de febrero, formando parte como miembro
del distinguido Jurado seleccionado para el X Certamen de la Canción de la Risa del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife,
celebrado en el Teatro Guimerá de la
capital tinerfeña, hubo momentos en los que mi mente levitó, se inhibió de la
circunstancia sonora y visual que me rodeaba para posicionarme como observador reflexivo
y privilegiado de lo que allí, sobre el escenario, acontecía.
Y, amigos lectores, lo que sucedía minuto a minuto esa noche en las
tablas del Guimerá nada tenía que ver
con tradiciones ancestrales ni con herencias culturales, ni con los dioses, ni con
las cosechas, ni con el dinero, ni con un inexistente interés narcisista de los
protagonistas. Allí, sentado en la fila de
las deliberaciones subjetivas por unanimidad, lo que menos valor tenía era
mi contaminado punto de vista, lo que carecía de importancia era mi notarial criterio
evaluador. Lo trascendental, lo importante, lo que valía la pena no era
evaluable ni había que levantar acta de ello, por eso tengo que reflejarlo en
este artículo un día después, para que conste formalmente desde lo más profundo
de mi convicción periodística y, también, para que sea compartido con quienes
allí no estuvieron y así sepan que la definición de la razón de ser, del presente,
pasado y del futuro del Carnaval chicharrero la supieron determinar con absoluta
precisión y entrega cada uno de los que hicieron posible el desarrollo del certamen.
Hoy sí voy a poner calificaciones:
Manón Marichal (Izqda: Personaje 'Floro') |
Sobresaliente a cada uno de los siete grupos que participaron,
por su vocación de espectáculo, por sus largos ensayos, por su constante esfuerzo
personal y económico, por su compromiso infinito con el humor, la sátira y el
show.
Matrícula de Honor a Manón
Marichal (Floro), motor imprescindible
del certamen que cada año nos ofrece una lección magistral de cómo comparecer
ante el público enlazando brillantemente las actuaciones de cada grupo, en una
permanente improvisación ocurrente, desternillante, inteligente, sarcástica y
plena de originalidad. Entregándose por completo para que nos llegue su amor
incondicional al Carnaval, año tras año, mes tras mes y día tras día.
Sobresaliente al Ayuntamiento y a Fiestas, por proteger e impulsar este concurso durante una década.
Sobresaliente al equipo humano responsable de sonido,
iluminación, tramoya, personal del teatro y responsables técnicos en general.
Sobresaliente a los compañeros de los medios de comunicación
que proyectan a la sociedad toda la información del evento de manera esmerada y
puntual.
Sobresaliente a todos los miembros del Jurado que elevan a la
máxima responsabilidad cada juicio de valor en pos de un veredicto lo más justo
posible.
Sobresaliente a todo el público que abarrota, siempre, el
Teatro Guimerá y que permite que con su entrada pueda darse una ayuda a los que
más lo necesitan.
Sobresaliente a las chicas
de Funcasor (Fundación Canaria para el Sordo),
por su exquisitez y elegancia en la proyección de la Lengua de Signos.
Y un suspenso, un “cero”, a las grandes y poderosas empresas
y compañías privadas canarias, españolas o extranjeras, instaladas en Tenerife,
que ni siquiera con la excusa de devolver a la sociedad parte de los beneficios
económicos que les aporta el Carnaval a través del consumo directo de nuestra
gente y de quienes nos visitan –de sus productos y servicios-, no han contribuido
ni siquiera con un puñetero euro en el patrocinio del certamen. Ni las de bebidas,
ni las de alimentación, ni las de franquicias multimillonarias, ni las de suministros
de petróleos, ni las eléctricas, ni las de grandes almacenes, ni las de restaurantes, ni las de ropa barata, ni las de la ropa cara tampoco...,
ni una. Espero que el año que viene superen este negro borrón en su expediente y se
comporten con un mínimo de decencia social.
Un espectáculo carnavalero tan grande como La Canción de la Risa merece
ser entregado a futuras generaciones, quizá cambiante, ojalá que evolucionando,
mejorando si cabe, pero vivo, renaciente y capaz de hacer sentir orgullosos a
los vecinos de Santa Cruz, a sus instituciones públicas y a sus empresas privadas. Y que dentro de cien años, de mil, alguien
tenga la misma reflexión que yo tuve hoy, ¿qué importa quién, por qué, cómo,
cuándo o dónde? Lo importante es que renazca, con más fuerza aún, cada nuevo
Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. ¡Enhorabuena Carnaval!
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