Empecemos a cambiar la
perspectiva de nuestra existencia. ¿Cómo es posible que se escuchen
afirmaciones tales como que “un alto
porcentaje de personas mayores de 45, 50 o 55 años, que están desempleadas, ya
no volverán a encontrar un empleo estable”? Lamentable.
Pero, ¡por Dios!, todos conocemos
mujeres y hombres septuagenarios –y de más edad- que cuentan con sus plenas capacidades
intelectuales. A los que hoy tienen cincuenta y tantos años aún les queda, como
mínimo, un camino profesional de más de veinte años de actividad laboral, sobre
todo si su profesión no está basada en un desarrollo o en una aplicación de
puro esfuerzo físico.
No hay derecho a que no podamos
decidir hasta cuándo queremos trabajar y mantener nuestra realización como
personas útiles a la sociedad. Mucho menos si apenas rozamos los cincuenta
años. Esa, debería ser una decisión personal, libre, elegida por uno mismo y no
tendría que estar forzada por una situación torticera, de conveniencia económica
y mercantil en la que prima la rentabilidad, la subvención y, en ocasiones, la pensionaria usura estatal.
Qué mierda de sociedad hemos configurado
para llegar a pensar y establecer como principio innegable que personas con 50
o 60 años de edad son ya “muy mayores”
para encontrar trabajo. ¡Qué vergüenza!, gente de esa edad tendría (tiene) por
delante otra vida de posibilidades profesionales; dos décadas de aportación laboral
experimentada y madura, sólida y depurada. Hasta dónde va a llegar tanta
falsedad social, tanto conformismo político, tanta necedad y tanto cinismo, es
una duda existencial que tiene una difícil respuesta. ¡Qué gilipollas somos,
qué mal nos lo montamos! Nos hacemos daño a nosotros mismos y le damos marchamo
de normalidad estadístico a lo que es un atentado contra la dignidad más íntima
de un ser humano.
El escritor y filósofo español D. Miguel de Unamuno, en una de sus acertadas sentencias dijo:
“Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no hemos
de buscar que lo que fue le impida ser lo que es, o lo que será”.
A ver si espabilamos...
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