ALMA ROMANA, CUERPO
ÁRABE, PIEL ANDALUSÍ, REFLEJO MEDITERRÁNEO, ALEGRE FANDANGUERA, SUFRIDA Y MINERA,
INDÁLICA Y RUPESTRE, CALIZA Y SERRANA, ÁRIDA Y PLAYERA.
Te lo aviso, si vas... te enamorará, y querrás volver a
sentirla, vivirla. Amanece en Almería y te quedas perplejo de su luz limpia y
fresca, brillante y envolvente, vendaval de aromas y sensaciones.
LA ALCAZABA (ALMERÍA) |
Nace el día, sus calles perfuman cada rincón para sorprenderte
y atraparte con sus aromas. Huele a churros y a porras recién hechos, a pan de
leña con sabroso jamón serrano y tomate, a tostadas con aceite de oliva y ajo, a
bollería artesanal, a esencia de café y chocolate. Sus paseos, sus calles y sus
plazas te llaman diciéndote “ven, písame,
siénteme, camina sobre mí, disfrútame”.
La Puerta Purchena se
abre gigante y te invita a penetrar en las entrañas almerienses, para que
navegues entre tiendas, bares, mercados y buenas gentes; para que te vistas blanquiverde,
para que te cubras de palmeras y de sol, de sombras y guitarras, de toros y de feria,
de arte y de amor. Almería sabe a cañas y a tapas, a sepia a la plancha, a bravas
y vino, a sardinas y chanquete, a migas con chorizo, a conejo con tomate y a humeante
caldero de arroz.
En Almería no te irás hasta que su bahía bañe tu alma, sus
vientos doren tu cara y sus aguas salen tu piel. Permite que el Cabo de Gata sea la reserva natural de
tus emociones, déjale que ponga su fina arena bajo tus pies desnudos y que las
olas de sus playas exciten tus sentimientos. Almería, salvajemente tierna,
saladamente dulce, modernamente antigua, cariñosamente esquiva.
PASEO MARÍTIMO (ALMERÍA) |
Mira allí, arriba, en lo más alto del cerro, casi en el
cielo, ¿lo ves?, son las murallas, es la fortaleza, es La Alcazaba, la que custodia y vigila la ciudad, la que ordena y
manda desde hace casi mil años. La que proyecta su estampa a decenas de
kilómetros hacia el mar, provocadora y sólida, avisando desde la atalaya que
ahí, a sus pies, bajo sus almenas recortadas y sus verdes jardines, está su
protegida, Almería resguardada.
Apriétala, tócala, pálpala, abusa de ella, déjate abrazar por
sus playas y sus puertos, sus pueblos y sus vecinos, por los de El Zapillo
o El Alquián, los de Aguadulce
o Mojácar, los de Garrucha o Retamar, por los de El Ejido o Roquetas, los de Gérgal y Tabernas, por los
de Zurgena o Almerimar. Rebósate de dulzura y mánchate de merengue toda la
cara y las manos mientras abres tu boca ansiosa por paladear el sabor casero de
sus medias lunas y sus glaseados; acaricia tu garganta con los aromas
de la canela sobre su leche merengada o
refréscate con las cosquillas heladas de sus mantecados y granizadas.
Gracias Níjar,
por lo que siempre nos has dado y por lo que aún nos das, mecer profundo en tus
costas las cenizas de Papá y Mamá, y las de muchos buenos almerienses más.
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