LAS PRIMERAS ACEPCIONES
DEL TÉRMINO “RESPETO” SON LAS DE VENERACIÓN, MIRAMIENTO, CONSIDERACIÓN Y DEFERENCIA
Acciones, todas ellas, que comparto
sin fisuras. Eso es lo que siento por la bandera de España, por el Himno o por el
Escudo, por la fecha de celebración de la Fiesta Nacional y, además, aún me queda
hueco en mi corazón para compartir la misma sensación y emoción con todo lo que
amo, quiero, aprecio, disfruto y valoro en mi vida. Es decir, la familia, mi
profesión, el lugar en el que nací, la calle aquella en la que viví, mi vocación
profesional, mi mascota, mi equipo de fútbol y mil cosas más.
Jamás pensé que algún día –hoy y
ahora- tendría que manifestarles a ustedes estas obviedades. Y no siempre se
cumple lo que dice el anónimo, “que no
ofende quien quiere, sino quien puede”. Aunque a los de mi quinta, a estas
alturas, hay pocas cosas que nos sorprendan. Por ejemplo, a mí, ni con aburridas
perogrulladas antiespañolas dictadas al paso político del momento y oídas casi
por costumbre en periodo electoral, ni con peroratas inoportunas descalificadoras
hacia los símbolos nacionales y españoles, insisto, ni con unas ni con otras me
ofenden. ¡Vamos, es que me la refanfinfla! No pierdo el tiempo ni en
analizarlas, la verdad.
Será por eso que, a muchos
españoles, no se les ocurriría jamás ser desconsiderados con los símbolos que
otros respetan, que son diferentes a los de ellos. O será porque cada uno de
nosotros amamos, queremos, deseamos y respetamos de manera distinta, de ahí que
algunos veamos a nuestros seres queridos con muchas más virtudes que con
defectos, y será por eso que a algunos nos gustan ciertas curvas con un poquito
de grasa especialmente blandita y sensual mientras que a otros les gusta tocar músculo
terso, o quizá será porque a muchos de nosotros nos encantan los callos a la madrileña
con un poquito de picante y a otros les produce un rechazo brutal, incluso asco.
Así de elemental se configura el gusto por las cosas y las gentes, por los
símbolos y los iconos, por los recuerdos y los sueños, así de natural y compleja
es la vida, a unos nos gusta el campo y a otros la playa, a unos nos va bien
vivir en pleno centro urbano y a otros les encanta la soledad de una casita en
mitad del campo.
¿Cuándo aparece el problema? Cuando
no tenemos respeto a los legítimos y personales gustos de los demás, cuando insultamos
a los seres queridos de otros, cuando descalificamos a la pareja o a los hijos de
otro, cuando decimos que lo que come el otro es una porquería o le espetamos
que vivir en el campo es una mierda de grande como las vacas que pastan junto a
su aislada casa. Y cuando atacamos los símbolos de otros, también. Ahí, no se
respeta, justo ahí se ofende, ahí metemos la pata, ahí provocamos un problema.
Los que desean decir “Visca Catalunya”, “Viva a Terra Galega” o “Gora
Euskadi”, que lo digan. Y si lo que nos pide el cuerpo es gritar “Viva España”, pues a gritarlo. Pero
dejémonos de tratar de arrancar de raíz los sentimientos ajenos a través del insulto,
el improperio y la descalificación soez e indigna. Con el “quítate tú para ponerme yo” solo encontramos desazón y problemas,
enfrentamiento y dolor. La madurez y la responsabilidad de gobernantes y
ciudadanos, de las personas, deben presidir las relaciones sociales, alimentar
la convivencia y el diálogo, el respeto y la legalidad de nuestras acciones.
Yo, particularmente, respeto la
bandera de España, y he llorado de emoción cuando he tenido el honor de Jurar
mi compromiso con la defensa de España. Y lloré en los ensayos, y lloré el Día
de la Jura, como lloré de ilusión cuando los deportistas españoles recibían los
honores de haber conseguido un título para mi país. Y lloro por el silencio y la
fe que se respira en las procesiones, y lloro mientras aplaudo una buena
interpretación teatral, y en el cine también lloro cuando muere el padre a
manos del cabrón atracador, y lloro cuando triunfan mis hijos, mi familia o mis
amigos, y cuando soy feliz, ahí también lloro. Y todas esas emociones que, seguro
que comparto con muchos de ustedes, no son excluyentes, no son agresivas, ni pretenden
ofender a otros. Son fruto de los sentimientos más profundos y puros que engrasan
nuestro corazón para activar las más bellas emociones.
Tenemos días suficientes para que
todos celebremos nuestra fiesta más arraigada, cada cual la suya. Y hay bastante
tela de colores para confeccionar la bandera que cada uno quiera portar, sin rajar
la del compañero. Y hay notas musicales de sobra para que cada uno de nosotros armonice
su propio himno, si así lo desea. Pero siendo respetuoso con el resto del
mundo.
El actor Charles Chaplin dijo: “No hay nada permanente en este malvado
mundo. Ni siquiera nuestros problemas”. Pues, a ver...
No se puede decir mejor ni con mejor letra !!!
ResponderEliminarGracias por leerme. Un cordial saludo.
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