Gracias al programa
“Sálvame Deluxe”, de la cadena de televisión Tele 5, millones de españoles hemos
descansado –por fin- tranquilos y felices desde el pasado fin de semana.
A ver...
Ha sido una larga y dramática semana. No hay humano que
resista tanta incertidumbre durante tantos días. Desde que apareció un cubano afirmando
que había tenido sexo de pie en el baño de su casa de La Habana con la
periodista Lydia Lozano, hace ahora 20 años, somos muchos los ciudadanos
de bien que no hemos podido dormir de un tirón. Pero lo peor es que, sin haber
digerido aún esta desgarradora noticia, aparecía un exnovio de Belén
Esteban quejándose de que había sido un cornudo durante los últimos
meses de su relación con la “princesa del pueblo”, ya que asegura que la colaboradora
habría compartido su amor con el matador de toros Jesulín de Ubrique. Aquí,
ya fue cuando la semana se me vino abajo, a mí y a millones de españoles comprometidos.
¡Qué tristeza más profunda, qué angustia descorazonadora!
Menos mal que el viernes por la noche, a las nueve, sin hambre, sentado
frente al televisor, en pijama y con la bandeja de la cena sobre la mesita del
comedor –ensalada, unas rebanadas de pan, mantequilla, pechuga de pavo cocido,
galletas, dulce de guayaba y agua fría-, empezaba la apasionante velada de ‘Sálvame
Deluxe’ para esclarecer, de una vez por todas, los siniestros hechos
perpetrados por tan bizarras celebridades. ¡Qué nervios, qué tensión, qué
desazón, qué excitación!
Primero, aparece el exnovio de ‘la Belén’ atreviéndose a
afirmar que tras varios años de relación romántica y apasionada con ella, ahora
se sentía ninguneado por no ser protagonista en los relatos de la vida amorosa
de la estrella televisiva cuando, según aseguró, él sí había mantenido relaciones
sexuales completas con ella, o sea, que el torero no fue el primero como
asegura su exnovia, y entre este tema del desvirgue y el de que tantos años de
amor no dejaran la más mínima huella en Belén, que ni siquiera lo menciona
en su biografía, pues eso, que a un hombre lo de la indiferencia de una ‘ex’, le duele mucho.
Medio atragantado con una especie de sándwich de los que yo me
hago compuesto de galleta, trozo de dulce de guayaba de un dedo de alto y
galleta, aparece otro señor, cubano, que va y dice que le echó unos cuantos
polvos a Lydia Lozano en el cuarto de baño de su casa, allá en Cuba, y de pie, mientras
el marido de la periodista estaba en la planta baja de la vivienda sin, al
parecer, percatarse del presunto acto de ‘cornamentus
infidelitis’. ¡Dios, qué congoja! Ya
estaba a punto de vomitar toda la cena por el disgusto doble al que yo mismo me
estaba sometiendo, con libertad y sin coacción, con el estómago cerrado,
reteniendo líquidos, cuando de pronto todo da un giro de 180 grados. De repente,
entre las misteriosas respuestas incuestionables de Conchita (la poligrafera)
y los gritos de Belén, todo queda perfectamente resuelto. La máquina de la
verdad dictamina que los polvos cubanos no han existido y Lydia, ¡gracias a Dios!,
vuelve a ser el ejemplo de mujer fiel que todos anhelamos para nuestras madres
e hijas. Y hete aquí que segundos después, Belén convence con su dulce y
comprimida voz a todos los que la seguimos y creemos en su versión. Porque la
verdad es que en cuatro o cinco años de noviazgo no me creo yo -como dice ella- que se haya acostado
con su novio y, mucho menos, que hayan consumado
el acto.
¡Qué descanso, qué alivio, qué felicidad! Todo vuelve a su
estado de tranquilidad habitual. ¡Gracias, ‘Sálvame Deluxe’! Pero, ¡por favor!, ¿quién va a pensar que una
mujer pueda ponerle los cuernos a su marido en Cuba, a pocos metros de él?, ¿y quién
puede creerse que una mujer y un hombre, ambos de 19 o 20 años de edad, van a
hacer el amor con tan solo cuatro o cinco años de noviazgo? ¡Qué disparate!
¡Perder la virginidad y ser infiel!
Desde el sábado por la mañana ya estoy haciendo mucho mejor las
digestiones, se me ha vuelto a abrir el apetito y estoy yendo al baño con regularidad.
Hay temas, como comprenderán, que tienen a uno en ascuas toda la semana. Como
ha quedado demostrado, y como todos sabemos, lo normal y corriente es llegar
virgen al matrimonio tras dos o tres noviazgos y, por supuesto, a nadie se le
ocurre ser infiel cuando solo te separa de tu pareja una escalera que te
lleva directo al nido de amor en el que te pueden echar kikis con tranquilidad, es decir, el cuarto
de baño del piso de arriba, por mucho
morbo que esa situación provoque y por muy dulce y atractivo que sea el cubanito
sabrosón anfitrión.
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