FRAUDE PREMEDITADO A LECTORES, OYENTES
Y SEGUIDORES, HACIÉNDOSE PASAR POR LOS CREADORES DE FRASES PROFUNDAS, DE REFLEXIONES
MEDITADAS O DE FILOSÓFICOS PENSAMIENTOS QUE, ANTES DE PROPAGARLOS ALEVOSAMENTE,
HAN SIDO ROBADOS A UN TERCERO, A OTROS AUTORES A LOS QUE NUNCA CITAN.
Se puede ser un modesto periodista,
escritor o poeta, pero honrado. Incluso se puede estar sin trabajo, pero ser
honestamente profesional. Lamentablemente, conozco algunos especímenes que no
atesoran ninguna de estas cualidades.
Disfrazados de periodistas, coaches, ideólogos,
escritores, poetas o pensadores griegos, inundan las redes, los blogs y hasta programas
de radio y televisión, con sus inteligentes sentencias motivadoras en busca del
reconocimiento inmediato de algunas decenas de clics que, engañados vilmente,
puedan facilitarles sus seguidores, oyentes, espectadores y fans.
¡COMO SI NO NOS DIÉRAMOS CUENTA!
Estos pseudoperiodistas, pseudoescritores,
pseudocoaches, pseudosicólogos, farsantes profesionales, se creen que los demás
somos gilipollas y que no nos damos cuenta de sus patrañas intelectuales, de
sus engañifas ideológicas o de sus cínicos consejos. Aunque no es menos cierto
que existe un porcentaje notable de personas de bien que, tanto por su pureza
de corazón -en unos casos- como por su nobleza e inocencia en otros, son
víctimas inconscientes de hurtados mensajes arrancados sin permiso a sus autores
originales.
Porque todo el que quiera puede
exponer sus ideas, razones o consejos, por supuesto, pero que sean los suyos
propios, no los de otros y, en caso contrario, referenciando a estos. Estos advenedizos
de la cultura, las letras y las ciencias, por supuesto que sí saben que cuando
se copia un texto o una cita de un autor determinado, tanto parcial como totalmente,
tienen la obligación legal –y moral- de hacer referencia explícita de aquel, de
respetar su creación y su derecho y de protegerlo con la inclusión de sus datos,
como mínimo, citando su nombre.
Claro, pero si hacen eso, si
identifican al autor, entonces, ¿qué carajo de protagonismo obtienen ellos?
Podríamos definir esta nueva práctica comunicativa como la neointelectualidad digital negativa, un ejercicio de activación de inseguridades,
desconocimientos, deslealtades, inmoralidades, complejos personales,
limitaciones culturales y, sin duda, de mala praxis profesional.
Estos parásitos de la mentira,
imbuidos por su tendencia estafadora, se olvidan de que con un simple “copia y
pega” de sus textos, a través de cualquier buscador, se descubre su patética farsa
para dejar ver la auténtica cara, la de un mal profesional que aunque pretenda
proyectar una imagen esmerada y rigurosa solo consigue confirmar que su firma -y
su propio nombre- queden impregnados de tosca vulgaridad, de sucia profesionalidad
de difícil recuperación.
Alguno de ellos va a leer esta
columna, se va a identificar con todo lo que en ella he expuesto, pero se la suda, se la trae al pairo, porque seguirá pensando que solo somos unos pocos
los que conocemos sus malas artes periodísticas o literarias y que va a seguir
manteniendo esa multitud de buenas personas y fans que, aunque engañadas, quedarán
fascinadas una y otra vez por las exquisitas reflexiones de vida, las asombrosas
soluciones políticas o los profundos y tiernos poemas sin rima que, aunque pertenezcan
a Marie
Curie, Audrey Hepburn, Margaret Thatcher, Coco
Chanel, Saskia Sassen, Luc Boltanski o Charles Ragin, esos
cientos de suscriptores continuarán creyendo que son de su amigo o amiga de la
radio, de la tele, del Facebook, del blog repleto de faltas ortográficas o del
Twitter.
Blaise Pascal, matemático, físico, filósofo y escritor francés del siglo
XVII, poseedor de grandes conocimientos tanto en materias científicas como
humanísticas, dijo:
“El
espíritu cree naturalmente y la voluntad naturalmente ama; de modo que, a falta
de objetos verdaderos, es preciso apegarse a los falsos”.
Será por eso.
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