CATEDRAL DE SANTIAGO, COLOFÓN EMOCIONAL |
He necesitado recorrer tres Caminos de Santiago
diferentes para recibir en el último, frontalmente, sin esperarlo, una nueva
perspectiva de valoración vital junto a curiosas reflexiones, nunca antes sentidas.
10/03/2017 La toma inicial de contacto, el
primer Camino, lleno de experiencias agridulces, ampollas y rozaduras, agujetas
y dolores, humedades y agotamiento, junto al descubrimiento diario de bellos
paisajes y la satisfacción de concluir la aventura –tras siete duras etapas- en
la Plaza del Obradoiro, corresponde,
sin duda, a una experiencia única y bella, pero que aún está muy lejos de lo
vivido y sentido al realizar un tercer Camino.
La segunda ocasión que se recorre,
tras el aprendizaje de la primera, la veteranía permite neutralizar los sufrimientos
físicos del pasado y acometer con éxito otra apasionante ruta que facilita escuchar
paciente los sonidos de la naturaleza, saborear con calma la gastronomía
gallega y empaparse a conciencia del verdor húmedo de valles y montañas. Es así.
Pero, el tercer Camino..., es muy
distinto. Sin ni siquiera sospecharlo, proporciona una especial sensibilidad
analítica, una intensa capacidad de reflexión, un vasto campo de conocimiento y
un emocionante flujo diario de percepción multisensorial que, jamás antes,
había sentido ni experimentado. Lo fui grabando en el móvil, con mi voz, cuando
iban produciéndose cada uno de estos inesperados extremos; para no olvidarlos,
para poder recordarlos y, ahora, darles forma textual y compartirlos contigo,
que me estás leyendo.
Y, a lo largo de las siete
etapas, desde O Cebreiro hasta Santiago de Compostela, caminando uno a
uno los 160 kilómetros de distancia que los separa, percibí y comprobé:
- Que no sé cómo agradecer a los
camareros y hosteleros su abnegación acostándose a la una de la madrugada, tras
dar la cena a los peregrinos, y que a las seis y media de la mañana –apenas
cinco horas más tarde- estuvieran preparados con una nueva sonrisa para ofrecer
el desayuno.
- Que ni un euro ni mil; que el
dinero, entre los pastos, mientras te observa asustadiza una noble vaca
gallega, no sirve absolutamente para nada; la Naturaleza se entrega con una
sola condición, que se admire y reconozca su belleza.
- Que llevar Ibuprofeno o
Paracetamol es un insulto al medioambiente y una pérdida de tiempo y dinero
porque, en el Camino, nunca duele la cabeza.
- Que sobran las agendas y las
citas, las alarmas y los avisos, las notas y los apuntes. Solo hay una gestión
diaria, la misma cada jornada, dejarse invadir por los sentidos y la fuerza de
la Naturaleza, una y otra vez.
- Que para dormir de un tirón,
cómoda y profundamente, solo hace falta una cama modesta, una habitación
pequeña y un estrecho aseo. Si de verdad, durante el día, te has fundido con el
Camino, si has dialogado con sus piedras y acariciado su musgo, entonces la noche te
abraza en su placentera oscuridad.
- Que cruzarse con alguien en el
Camino y desearle un buen día, darle ánimo y aliento, no es solo un tema de cortesía,
no, es reencontrarse con las buenas maneras, con la elegancia exquisita, con la
buena educación.
- Que cuando llueve, incluso
durante todo el día, no hay que esconderse ni resguardarse, al contrario, hay
que dejar que el agua te acaricie, que llene de gotas frescas los cristales de
las gafas, que humedezca de límpida pureza transparente todo el cuerpo.
- Que degustar una fruta, un
trozo de pan o una pieza de chocolate junto al relajante chapaleo de un
riachuelo, al compás del coro de mil y un pájaros, proyecta en el paladar un
estallido de sabores hasta entonces desconocidos.
- Que se está feliz, alegre y
saludable sin atascos, sin Mercadonas
de barrio ni Alcampos de polígono, sin
tablets, sin datos de audiencia, sin
bonolotos y sin contaminación; sin multas y con un tractor.
- Que la Naturaleza te presta los
materiales, todos, que necesitas para construir tu casa.
- Que no es necesario llegar
primero y ser el mejor; que no se precisa competir; que se comparte el
recorrido, cada uno a su paso; lo que importa es terminar, avanzar, aunque sea
despacio, incluso llegando el último.
- Que no hay que llevar más carga
de la precisa; que lo que sobra, lo inútil, te castiga, te pesa, te retrasa y
te daña; sin despilfarros, lo justo, lo equilibrado.
- Que ante un problema, el
control mental es clave. Cuando un árbol caído o un gran charco de agua y barro
interrumpen el Camino, existen las alternativas que otros han tomado antes que
nosotros y, con tranquilidad, sin desesperación, vemos muy cerca nuevas rutas abiertas
por aquellos que nos han precedido.
- Que el dolor no debe paralizarnos,
sería un remedio efímero; que debemos continuar, aunque desaceleremos nuestra
marcha, porque el objetivo es llegar con el acopio progresivo de experiencia y
conocimiento, con el sufrimiento padecido que nos enseñará a ser mejores en las
próximas etapas.
- Que hay bellísimos lugares a
los que nada ni nadie puede llevarnos; tan solo tenemos derecho a disfrutarlos
si, paso a paso, experiencia a experiencia, nos acercamos a ellos y los
descubrimos por nuestro propio pie, con esfuerzo y constancia, con decisión y
actitud.
O sea, lecciones para la propia vida. Este tercer Camino de Santiago ha
fusionado los tres elementos que me conforman: mente, cuerpo y espíritu.
Comentarios
Publicar un comentario
Muchas gracias por tu comentario.