Corrían los primeros años de la década de los ochenta y mi
hija Laura, de dos años de edad, si no llega a ser atendida oportunamente por el
sargento Casañas, de la Policía Local de Santa Cruz de Tenerife, podría haber
muerto asfixiada.
Santa Cruz de Tenerife
Sí, tal cual, así de real, así de
claro y así de grandioso. Una historia que he recordado hace unos días, junto
al propio héroe protagonista que salvó con diligencia, maestría y conocimiento,
la vida de mi hija Laura y de la que deseo dejar constancia escrita.
Miguel Ángel Cruz Casañas, policía local (Fotógrafo: Fran Pallero / Diario de Avisos) |
Miguel Ángel Cruz Casañas ya está jubilado y, aunque hacía muchos
años que no le veía en persona, comprobé que aún permanecen en su rostro las mismas
facciones de buena persona, de gran hombre y de excelente policía que le han
acompañado toda su vida en activo. ¡Eso se nota, se siente!
Hablar con él es aprender, es dignificar
la educación, la elegancia verbal y las buenas costumbres. Quizá él no lo sepa,
seguro que no se da cuenta, pero esa forma natural que tiene de mirar con
afectividad mientras modula la voz con el equilibrio justo y te agarra suavemente
del brazo, potenciando con ello la confianza y la amistad, es una verdadera bendición.
Debido a mi profesión de periodista
–por aquel entonces dirigía un programa diario en Radio Nacional de España en Canarias-
tuve la inmensa fortuna de conocer al sargento
Casañas algunos años antes de que sucediera este trágico episodio.
Recuerdo nítidamente que, por
aquella época, cuando necesitábamos contactar desde los medios de comunicación
con la Policía Local, le llamábamos a él; siempre se ponía, incluso no tenía
reparos en acercarse directamente hasta el estudio de radio y hablar en
directo. Entonces, términos y funciones profesionales como las que actualmente desarrolla
un “SEO, Dircom, Community Manager, Director
de comunicación externa, Project Manager, Gestor de información o URL builder”,
simplemente, no existían. Hoy, casi treinta años más tarde, me doy cuenta de la
impresionante labor que ejercía Casañas
–con los medios y herramientas de la época- vinculando el Cuerpo policial con
la prensa y, en definitiva, con toda la opinión pública. En el ámbito de la
Comunicación, claramente, se adelantó a su tiempo.
Jefes de prensa los ha habido, y
los hay, buenos, que saben bandear los acontecimientos y la imagen de una
empresa o institución con criterios inteligentes y resolutivos, dinámicos y con
estilo. Esto ya lo hacía el sargento
Casañas, aplicando y proyectando el alto concepto que siempre ha mantenido por
el respeto a los vecinos, a los visitantes, a los medios de comunicación y a
sus compañeros.
Su especial calidad humana. Ahí está la clave de su singularidad,
de su popularidad, del cariño que le llega desde cada rincón de la ciudad.
Querido sargento Casañas, aquel mediodía que a mi mujer se le cayeron accidentalmente
unas monedas del bolso sobre el cochecito de bebé en el que iba mi hija, aquellos
minutos de angustia de una madre que empezó a notar que la niña daba convulsiones
y síntomas de no poder respirar, aquel recorrido hacia la Clínica Parque en el que agarrabas a mi hija de los tobillos y la
ponías boca abajo en el asiento delantero del coche patrulla, aquellos vómitos con
los que mi hija ensució tu uniforme, aquella moneda de cinco pesetas, aquel duro que salió por la boca de Laura antes de llegar a Urgencias vale
hoy millones de merecidos agradecimientos, de admiraciones e infinitos respetos.
Hacia ti, Casañas, por ser tan grande
como eres.
En nombre de todos los que hemos
tenido la suerte de conocerte, en nombre de los amigos de mi hija, de su marido
y de su hermano, en nombre de su madre, de toda su familia, en el suyo propio y, Casañas, también en nombre del hijo que Laura está esperando, en nombre del que será mi futuro
nieto y que en pocos meses verá la luz: ¡Muchas, muchísimas gracias!
P. D.: Sé que tu brillante carrera policial te ha llevado a alcanzar
los máximos puestos y merecidos ascensos dentro del Cuerpo pero... permíteme
que para mí siempre sigas siendo mi buen amigo, ¡el sargento Casañas!
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