Mostrar debilitadas las facultades mentales por efecto de la
edad y manifestar de forma exagerada el cariño y afición a personas o cosas,
hasta el punto de comportarse como quien chochea, son las dos acepciones del
término chochear.
03/11/2017 España.
Lectores, cumplo ambos significados. Carla tiene la culpa. Nació con el mes, apenas cumple un día y ya
me he quedado sin lágrimas de tanto llorar de alegría al experimentar una nueva
emoción, un sentimiento hasta ahora desconocido. Acabo de alcanzar otro
estatus, el de abuelo. Y pienso cumplir a rajatabla cada una de las
características que, respecto a los nietos, lo definen como tal. A saber, caprichos,
golosinas, regalos, mimos, cariños, arrumacos y –casi- todo lo que me pida.
Cuanto mayor soy, necesito sentirme más niño; para jugar más,
para reír mucho, para ensuciarme con la lluvia, para romper los zapatos de
tanto usarlos, para ir a las ferias, para comer guarrerías, dulces y perritos;
para esconderme y dar sustos, para no ser rencoroso, para abrazar fuerte a
quien quiero, para sorprenderme con todo, para experimentar aventuras nuevas;
para sentirme muy querido, para dormir de un tirón, para no pensar en el
pasado, para que el tiempo se alargue; quiero ser niño para jugar con mi
primera nieta y que me peine de mil maneras, como mi hija –su madre- hizo con mi
padre.
Chocheo, sí, con todas mis fuerzas, consciente de ello, sin
tapujos y en público. Chocheo, sí, sin rubor y a conciencia, para disfrutar de todo
lo que un ángel puede ofrecer: dulzura, cariño, inocencia, alegría, amor,
ternura, ilusión, templanza, equilibrio y nobleza.
El diccionario español dice que abuelo/a es el padre o madre
de uno de los padres de una persona. Llegar a esa etapa, la de ser padre o
madre de alguien que –a su vez- lo es de Carla,
constata que he llegado a una de las casillas más singulares del juego de la
vida; confirma que he entrado en una fase en la que deberé ganarme el respeto
de mi nieta, de mis hijos, de mi familia y de mis amigos.
Me toca tirar, jugar de nuevo, seguir avanzando; el cubilete
ya tiene dentro todos los dados, y cada uno de ellos marcado con los principios
de lealtad, bondad, entrega, amor, respeto y chocheo. Chochear con una nieta también
es ser coherente y, yo, quiero serlo, quiero reconocer que, incluso, estoy
dispuesto a hacer una pequeña trampa en el dado y –sin que nadie se entere- trucarlo
para que salga con más frecuencia por esa cara, la del chocheo.
He empezado cumpliendo fielmente mi nuevo rol,
el de abuelo; está claro que esta chocheante
columna así lo acredita. Y a ti, Carla,
quiero decirte que si estás leyendo estas quinientas palabras y eres capaz de
percibir entre líneas todo el amor y las bellas sensaciones que por ti ya siento,
entonces, más que nunca, que sepas que habré sido un afortunado abuelo.
Muchísimas gracias, un besito...
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