Quien así actúa, está siendo profunda y subjetivamente injusto con la totalidad de la profesión y, evidenciando a la par, su estrechez mental. La realidad de cuota en uno u otro sentido es contundente en todos los grupos humanos profesionales; la estadística cumple con la proporción —escasa pero existente— de indignos, incompetentes, tergiversadores, manipuladores, mala gente e incluso delincuentes.
Y usted, dentro de los que pertenecen a su misma actividad laboral, ya sea militar, religioso, docente, ingeniero, constructor, político, artista, universitario, jubilado, albañil, juez, piloto, médico, abogado, deportista, funcionario, comerciante, autónomo, desempleado o empresario, digo que usted, también tiene entre las filas de su grupo al mismo número de indignos merecedores de sus descalificaciones, esas que injustamente y de forma generalizada se dirigen a las empresas de comunicación y a sus periodistas, con más frecuencia de la deseada, y ofendiendo, de paso, a todo el colectivo.
Ponga la misma descalificación hacia su grupo profesional, ¿a que no le gusta?
Generalizar es igual de injusto y de erróneo que si afirmo que «la gente es una acomplejada y tiene mala baba», metiendo a todo el mundo en el mismo saco por haber tenido una mala experiencia con alguien en particular, por ejemplo, con usted, ¡Dios me libre!
Pues no. Esos, a los que justificadamente se insulta y se descalifica a diestro y siniestro, son una minoría dentro de nuestra sociedad. La realidad es otra muy distinta. Tanto como que la inmensa mayoría de los periodistas —y ocurre con todos los que pertenecen a cualquier actividad laboral— son buenos profesionales, amantes de su vocación, respetuosos con la sociedad y con sus compañeros; igual que el grueso de los medios audiovisuales y de las empresas de comunicación, cada una de ellas con su claro enfoque comunicativo, transmitiendo hechos e información que el lector, el oyente y el espectador deben filtrar, analizar y complementar con su propia opinión y criterio, contrastándola con lo que otros dicen y escriben, e inhibiéndose de la de aquellos que consideren torticeros y groseramente manipuladores.
La acción esencial del binomio fuente
de información<->opinión pública, debe ser adulta, consciente,
reposada y consecuente.
Permítame, con todos los respetos, dejarle para que reflexione una recomendación basada en la afirmación del físico alemán Albert Einstein: “La formulación de un problema, es más importante que su solución”. Con humildad y amplitud de miras, seguro que la próxima vez que tenga que desautorizar a alguien, incluso merecidamente, sus descalificativos no salpicarán a quienes no lo merecen.
¡Ánimo, que de este comportamiento se sale!
Respeto integral para todos los colectivos profesionales.
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