INTRUSISMO AUDIOVISUAL, ANIQUILACIÓN PROFESIONAL

 Santa Cruz de Tenerife - 12 de marzo de 2021.

Por Manuel Herrador C.

Por adelantado, mi felicitación a los medios de comunicación audiovisual, públicos y privados, y a todas las agencias de publicidad y productoras audiovisuales que siguen manteniendo una referencia profesional de alta calidad, tanto en la realización de contenidos para radio, televisión y redes sociales, como en la producción comercial y publicitaria.

Seguro que usted, alguna vez, ha pronunciado o escuchado expresiones refiriéndose a alguien que hablaba por la radio o por la televisión o, incluso, poniendo voz a un algún anuncio publicitario, como estas: «¡Qué barbaridad, es que no se le entiende lo que dice!», o esta otra: «¡Vaya publicidad más mala!».

Consciente del privilegio experimentado de trabajar en lo que mi fuerte vocación siempre me ha impulsado, a lo largo de casi 30 años, reflexiono sobre la transformación genérica radiofónica, televisiva y publicitaria de las últimas 2 décadas del siglo XX frente a la evolución del XXI, hasta hoy, prácticamente.  

La conclusión es definitoria: balance desolador.

Lo es por la aparición nada espontánea de no pocos modelos de pseudoemisoras / canales privados repartidos por nuestra geografía —en algunas CC. AA. más que en otras— que hemos bautizado, entre todos y durante años, con varias denominaciones:

  • la que es alegal
  • la que es ilegal
  • la que dieron por enchufe
  • la que se salta la normativa
  • la que se la dieron fuera de concurso
  • la que le dieron un montón de licencias
  • la del hijo recomendado del otro
  • la de la licencia alquilada
  • la de por intercambio de no sé qué
  • la de algún constructor millonario
  • la del amigo del político
  • la afín al partido
  • la del cabildo que ya verás que no funciona
  • la del ayuntamiento que ya verás que tampoco
  • la que ha recurrido la licencia administrativa
  • la de…

Y otras mil y una formas para denominar a un grupo demasiado numeroso de advenedizos audiovisuales que —siempre con las excepciones debidas—, gota a gota, paso a paso, con escasa preparación y poca cualificación en el medio que nos ocupa, han decapitado todo un conjunto de actividades profesionales que, antaño, dignificaban el oficio de locutor, técnico de sonido, periodista, presentador, comentarista, animador, tertuliano, redactor, comunicador, ejecutivo de cuentas, creativo publicitario, guionista, productor, comercial o publicista.

¿Por qué?, ¿a qué se debe esa sensación de que, salvando brillantes excepciones, hay demasiada morralla empresarial multimedia?, ¿qué es lo que ha causado una merma —cualitativa y cuantitativa— en las producciones publicitarias, sobre todo en algunas radios y teles locales?, ¿qué ha fulminado numerosas agencias profesionales de publicidad que aportaban la base creativa y conceptual del proceso publicitario?, ¿por qué han desaparecido diversos estudios de grabación y producción audiovisual?

Apenas unas cuantas respuestas recurrentes. Expongo, sin opinión:

  1. Porque ya se sabe que quien no siente en sus venas una determinada profesión u oficio, es imposible que la pueda dignificar, muy al contrario, la desmorona por desconocimiento, ilusión y falta de empatía.
  2. Por la ausencia de una regulación administrativa moderna, rigurosa, justa y lógica que potencie y premie el esfuerzo profesional y empresarial, bien configurado.
  3. Por la ausencia total de un método, una técnica, un criterio artístico y cultural, incluso de valores.
  4. Por la infravaloración laboral de todas las escalas profesionales pertenecientes al sector periodístico, audiovisual y publicitario.
  5. Por el confuso rosario de despropósitos ideológicos y partidistas que supone activar 8 leyes orgánicas educativas diferentes, aprobadas en poco más de 3 décadas.
  6. Por quienes rentabilizan la Comunicación, en su conjunto, a costa de mediocridad conceptual, explotación profesional y servicios audiovisuales de información tintados de opacos intereses individuales o colectivos.
  7. Por los que abusan de la noble ilusión de las nuevas generaciones, que ya ni siquiera pueden aprender al lado de expertos veteranos porque, estos, ya no están y, además, ¡son caros y, total, ni el cliente ni el oyente se enteran! (modo ironía).
  8. Por elevar a categoría de normalidad el que una sola persona actúe de redactor, conductor de unidad móvil (su propio coche), investigador, editor, comercial, productor, técnico, autocontrol, recepcionista, voz en off, presentador de radiofórmula, cronista de sucesos, enviado especial, analista político, locutor de informativos, locutor de deportes, guionista publicitario, corresponsal, experto en marketing, ingeniero informático, becario y, de camino a su casa, cobrador de las facturas de los clientes que él mismo aporta a la emisora, para recibir un exiguo porcentaje de lo cobrado a final de mes.

«Si no te interesa, en la puerta tengo gente esperando a que te vayas para ocupar tu puesto»

En el último cuarto del siglo XX, los profesionales de cada una de las actividades enumeradas que conforman un proceso comunicativo de calidad —como el que afortunadamente aún mantienen algunas empresas de comunicación, radio y TV—, podían vivir decentemente de su oficio-profesión varios estudios de grabación, diversas emisoras, numerosas productoras, decenas de agencias publicitarias, ejecutivos comerciales, locutores, modelos, técnicos de sonido y un etcétera demasiado largo.

Intrusismo audiovisual, sin más, no.

Equipos motivados, cualificados, vocacionales, con actitud de evolución formativa, con ganas de asimilar conocimiento y de aportar dignidad al sector, con retribuciones dignas, sobre una base lógica y legal de normalización profesional, sí. Eso sí. ¡Ojalá y muchos!

Mi sincera enhorabuena a los que, aún hoy, a pesar de los depauperadores[1] laborales, siguen manteniendo firme el espíritu radiofónico, televisivo y publicitario, fomentando la vocación y el conocimiento que vertebran la estructura profesional del mundo de la Comunicación. 

A ellos, ¡gracias!

 [1] Depauperar: Empobrecer.

Comentarios